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Carol: el flechazo de Patricia Highsmith


Siempre digo que para que un libro me enganche tiene que estar mínimamente bien escrito. No lo digo con afán de esnobismo, simplemente me pasa. En el momento que veo que el autor o el traductor, como ocurre también a veces, no tiene un manejo lo bastante bueno y atractivo del lenguaje, lo dejo. Insisto, no por esnobismo ni dármelas de lista, es que me aburre y ya está. Me pasó con 50 Sombras de Grey en la segunda página y me pasa con ciertos autores superventas de los que me han regalado algún libro que tal como ha llegado, ha salido de casa. Soy una lectora exigente, qué le vamos a hacer. Por eso procuro leer dos o tres páginas antes de comprar cualquier libro, a no ser que ya haya leído al autor y conozca su estilo, para no tirar el dinero de mala manera.

Sobra decir que no soy académica de la RAE y por supuesto, esa valoración de lo que es escribir bien es personal, pero como soy yo la que se gasta los cuartos en los libros que leo, pues ese es el criterio que sigo: el mío, como es normal. Añado que no soy de las que cataloga determinados autores superventas como ilegibles para dármelas de culta. Por ejemplo, un cliché que abunda es el de "yo no leo a Stephen King porque no tiene suficiente calidad". Pues mira, Stephen King, precisamente, escribe como los ángeles, y si alguien tiene alguna duda, que lea El Resplandor. Tampoco soy de las que excluye géneros por el mismo motivo. Lo mismo leo clásicos que ciencia-ficción que novela negra que chick-lit. Por ejemplo, me encanta Marian Keyes.

Dicho esto, el hecho de que un libro reúna unos mínimos en cuanto a calidad de escritura tampoco es suficiente para que me enganche. La historia y el ritmo son también importantes. Después de todo, yo leo para evadirme, no para hacer ejercicios intelectuales. Lo que a su vez me lleva a la opinión que iba a escribir sobre Carol y es el objetivo de esta entrada, como su título indica.

Que Carol está bien escrito no hay quien lo ponga duda. No por la fama de la autora o porque lo hayan dicho miles de críticos o lectores (me remito al caso inverso de Stephen King) sino porque objetivamente lo está. En mi opinión al menos, que es de lo que estamos hablando. Sin embargo, no por eso lo he disfrutado especialmente. De hecho, ha habido momentos en los que se me ha hecho bastante pesado por falta de ritmo o lo que es lo mismo, por la lentitud con que avanzaban los acontecimientos. También es cierto que la temática no resonaba conmigo, que es uno de los factores que también me puede enganchar aunque el ritmo sea lento, ya que es una novela LGTBI, pero eso mismo puede hacerlo también muy interesante. Me explico: leyendo otras reseñas sobre este libro descubro que cuando se lanzó fue un exitazo, porque reflejaba el sentir de una mujer viviendo una historia de amor con otra mujer en un tiempo en el que las cosas eran mucho más difíciles de lo que son ahora y además no se hablaba tan abiertamente de ello. Por eso, y porque parece que fue de las pocas, si no la única, novela sobre el tema que contenía (spoiler alert) un final feliz para las protagonistas, en una época en el que los libros que hablaban sobre ello acababan en tragedia con afán ejemplarizante, fue todo un éxito y hubo muchísimos lectores que se sintieron identificados con las reflexiones tan íntimas que Patricia Highsmith volcó en su libro.

Aquí hago un inciso para expresar mi admiración por la valentía de Highsmith no sólo como persona, que es evidente, sino como autora. En el epílogo de esta edición de su novela, que es la que he leído, explica cómo después de su primer éxito, Extraños en un tren, la editorial esperaba otro del mismo género, es decir, novela negra. Ella, sin embargo, había escrito El precio de la sal, como se tituló inicialmente Carol, a raíz de una experiencia personal y decidió que no debía quedarse guardado en un cajón por consideraciones comerciales o de corrección política. Fue esto segundo lo que provocó que la editorial de Extraños en un tren lo rechazara y que la autora buscara otra que fue, mire usted por dónde, la que se llevó el premio.

En el epílogo la autora también cuenta cómo nació Carol. En 1948 ella vivía en Nueva York y trabajaba de forma temporal como dependienta en unos grandes almacenes, en la sección de juguetes. Una mañana, una mujer rubia envuelta en un abrigo de piel entró a comprar una muñeca. Highsmith la describe como alguien que emanaba luz y fue como una visión que la elevó, como si flotara. Esa desconocida que apenas compartió unos minutos del espacio-tiempo con la autora inspiró sin saberlo un libro que se convertiría en un clásico. Sólo por esa anécdota, tan bonita y tan intensa, decidí leer el libro. Luego, como digo, me resultó un poco lento, tengo la impresión de que se anima únicamente un poco hacia el tercio final. Curiosamente, hay una frase que la protagonista le dice a Carol y refleja muy bien mi impresión sobre el ritmo: "¿Por qué has tardado tanto?". Pues eso mismo. Lo cual no quita que, definitivamente, haya merecido la pena leerlo.

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